sábado, 21 de mayo de 2011

Expectación y expectativa



Siendo exagerada, podría decir que estoy viviendo los días más intensos de mis tres décadas de vida y de los últimos años en este país. Diciéndolo en otras palabras, que estoy haciendo obras en la cocina y que el domingo hay elecciones municipales. Parecen actividades bastante simples y normales, lo sé, pero yo estoy convencida de que son el trasunto de algo mucho más importante. El aluvión de estímulos y la sobredosis de adrenalina que experimento desde hace más un mes no puede ser un simple efecto de la privamera.

No puede ser casualidad que en sólo unas semanas Adela haya cumplido 40 años celebrándolo con cien personas, mi sobrino el mayor cumpla 6 viviendo en el pueblo que me vio nacer, hayamos estrenado la temporada de terraza de los Bruni con caracoles y nosecuantos derbis históricos, las escapadas a Portugal hayan sido un bálsamo para el cuerpo y el espíritu, se hayan celebrado las romerías y la Cruz de El Buitrón o que haya temblado la tierra en Murcia, por poner algo no memorable.
Que el domingo nos vengamos de la playa para ir a una manifestación y a partir de ahí miles españoles se echen a la calle como en el Mayo del 68 o que, de un día para otro, mi cocina haya dejado de serlo. Y que haya encontrado en el Instagram un nuevo lenguaje para expresar tanto evento. Ayer, por poner un ejemplo, se abrió H&M en la ciudad, hubo elecciones sindicales en la Dipu, pedí destino para las vacaciones, me despedí de mis albañiles y el cierre de campaña de IU animó la noche con actuaciones y cerveza en mi plaza de la Merced. La vida ha decidido crearnos expectación. Que el ritmo no pare.

Como hoy es jornada de reflexión, he empezado el día preguntándome ¿se acelera la historia o es que yo lo estoy viviendo demasiado rápido?. Creo que la respuesta es una mezcla de las dos cosas. Lo primero es un proceso en el que estamos inmersos y que marcará el futuro de nuestros hijos y sobrinos. Lo segundo, y hasta que la Seguridad Social me diagnostique el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, es algo que intento controlar entre pico y pico. Algunos de esos picos derivan en agotamiento. Otros, en un excelente humor que me produce la risa floja y un profundo paveo cuando estoy con mis amigos. Ése es mi favorito. He comprobado que en casi todo en la vida, reirse nos hace fuertes.

Después de una deconstrucción de mi cocina en 48 horas, ayer se fueron los albañiles. Voy a sentirme rara sin ellos. Nuno es un portento portugués. Con él y su cuadrilla -Abdul, que es marroquí y Javi, que es La Orden- mi casa ha sido un crisol de culturas y una encrucijada de caminos, como dice mi sabio amigo Rafa Pérez. Y me sentido muy acompañada. Claro, que tener el frigorífico, el horno y la lavadora en el salón, las cacerolas, platos y vasos debajo de la cama, y los vinos y restos de despensa por los pasillos también ayuda. Ha sido la primera vez que me llaman 'patrona' que, dicho así, con cariño, hace pensar que es posible reconstruir los cimientos del capitalismo.

Y lo bueno, según parece, es que no soy la única que lo piensa. Media España ha decidido manifestarse y la otra media lo sigue por la tele, por el twitter o por el feisbuk, además del extranjero. De los distintos nombres del movimiento -Democracia real ya, no los votes, Yes, we camp- el que más me gusta es 'Toma la calle', que es una actividad que siempre tiene un resultado beneficioso, que yo lo sé por experiencia. Respecto al contenido de la revolución, copio: "Cierto es que las propuestas concretas de los acampados tardan en definirse. No es extraño: llevábamos tanto tiempo guardándonoslo, que ahora que empezamos a quejarnos no sabemos ni por dónde empezar". La frase es de El Jueves que, para quien piense lo contrario, siempre es uno de mis referentes para analizar los asuntos serios. Y también me quedo con la revitalización de los lemas, que es un mundo que siempre me ha apasionado y que estaba bastante paraíto desde el 'Otan no, bases fuera' y 'Del barco de Chanquete no nos moverán'.

Las horas previas a la jornada previa a las elecciones -o sea anoche- se vivió un movimiento ciudadano sin precedentes en la Puerta de Sol. Se podía seguir en directo por Internet y seguro que hoy es portada en los medios. Mi cuñao ya me había mandado unas fotos por whatsapp y mi amigo Edu, que nunca da señales de vida, me estuvo poniendo sms para que lo avisara si iban a desalojar. Me gustó mucho que se acordara de mí. Lo que pasa es que yo, entre la obra, los cierres de campaña y tanta intensidad, estaba tan reventá que a las diez de las noche ya estaba frita. Hasta ahora, que voy despertando. Podría pensar que me he perdido algo. Pero he abierto la nueva ventana de la cocina, he visto un sábado radiante y me he sentido descansada y contenta. Sé que es la mejor actitud para recibir todo lo que está por venir.

Dudaba como titular el post y me he ido al diccionario. Quería conocer la diferencia entre Expectación ('Espera, generalmente curiosa o tensa, de un acontecimiento que interesa o importa') y Expectativa ('Esperanza o posibilidad de conseguir una cosa'). Ahora ya sé que son dos palabras que siempre deberían acompañarnos. También dudaba con la foto, entre mi vieja cocina, que representa el pasado o ésta del 15M en Huelva, como metáfora del futuro. Con permiso de mis sobrinos, que siempre son lo mejor del presente
.




sábado, 7 de mayo de 2011

Primavera feliz

Si tuviera que contaros qué he hecho desde la última vez que escribí, necesitaría haber tenido o tener una tarde libre. Pero es que la primavera ocupa todo mi tiempo. En disfrutarla. En los días y con las personas de las que luego siempre me gusta hablar. Porque me hacen feliz. Con este ejemplo seguro que me comprendéis: 'Pequeña representación improvisada de los Estados de ánimo de quien disfruta de lo que desea'. Si la buscáis en el diccionario, es la definición de felicidad.



























































































































































































































miércoles, 16 de marzo de 2011

Cibernética doméstica


En la búsqueda de alicientes que me hagan más llevadera mi existencia aún no vivida, tengo que confesar que creo que me he enganchado a las máquinas. No a las de tecnologías de la información y la comunicación -que para eso ya tenía el feisbuk, el twitter y el ifón-, ni a las tragaperras y juegos de azar -que ya invierto en el Gordo de la Primitiva y me he comprado un cupón del Día del Padre-, sino a otras con una vocación más científica. Lo he estado pensando y creo que el origen de esta extraña adicción está en Fringe que, aunque como dice mi amiga Mariví parece el nombre de una modalidad de papas fritas, es una serie americana, con su FBI y todo.


Mi enganche a las papas fritas en todas sus variedades viene de mucho más atrás. Podría dedicar un post exclusivamente a ello y a mi evolución en gustos, desde las onduladas al jamón de Matutano a las salt& vinager de Pringles, con la revolución que supusieron las papatas gajos, ya sean las del Mc Donalds o las de otro Mc, Cain, que las vende congeladas. Aunque eso sí, por encima de todas siempre prevalecerán las Reposo, que llevan el nombre de mi patrona y que poco a poco voy extendiendo entre algunos paladades privilegiados de la capital.

Volviendo a las máquinas. En la serie, un investigador -mitad doctor Frankenstein, mitad Einstein- aborda para el gobierno americano una serie de casos y cosas que rozan el límite de lo conocido y que son las que a mí realmente me interesan en la vida. Tipo teletransportación, inteligencia artificial o nanotecnología. Para sus experimentos con personas utiliza aparatos con cables de descargas eléctricas que consiguen resultados impresionantes, como transferir recuerdos entre dos conciencias o recuperar la última imagen del nervio óptico de un tío que la acaba de palmar.

Seguro que ahora entendéis mi motivación cibernética. Traslandándolo a mi entorno, los aparatos más parecidos que tenía a mano son uno de electrodos de onda corta que te pone en la espalda el quiropráctico -que es un señor que me cruje la estructura ósea y la cartera- y otra de rayos láser destinada a la fotodepilación. Que esas máquinas en realidad son para masaje y para quitarse los pelos, de acuerdo. Pero así descritas suenan mucho mejor y para la láser hasta me pongo unas gafas protectoras totalmente futuristas que me hacen sentir mucho más cómoda en mi nueva aficion.

En este nuevo proceso también he aprendendido que yo soy más de ciencia y ficción que de libros de autoayuda. Me saqué uno de la biblioteca que se llama 'Egoísmo sano' y lo he tenido que renovar tres veces porque prefería destinar el tiempo necesario para leerlo a los demás. En concreto, a mis amigos, y para ser exactos, tomándome unas cervezas con ellos en el bar. Es lo que tenemos las personas altruístas. Así que en vez de ese manual me estoy leyendo una novelita corta, Diario de una golondrina, que me gusta mucho más. El protagonista del relato dice "lo que en adelante me conmovía era lo que se correspondía con nada común", con lo que me identifico totalmente y lo dejo a modo de cita, que es lo único que suele tener sentido en los martes, martes. La autora, Amélie Nothomb, es de origen japonés, que es un país que tenía que aparecer en este post de alguna manera porque todos lo tenemos más cerca que nunca.

Por lo demás, pasó el Carnaval y, aunque este año no me disfracé de Teletuby, volví a juntarme con mi pandilla valverdeña, la de toda la vida, que ha decidido reproducirse para perpeturar la especie, la de la buena amistad. Estadísticamente la mayoría absoluta de mis amigas y mi prima Patri están embarazadas del primero o del segundo descendiente. He hecho la cuenta y lo cuento aquí a modo de dato, no para crear un debate acerca de la maternidad, que os estoy viendo venir.

Como a quien Dios no le ha dado hijos, le da sobrinos, yo intento disfrutar intensamente de los míos. El mayor se vistió de Bob Esponja y el chico tiene cada vez más acento valverdeño. Conocen ya tantas tradiciones como ir de matanza, a Los Pinos y al Buitrón, a coger aceitunas a Candón o ir a buscar gurumelos, que deberían nombrarlos sobrinos predilectos del pueblo .

Dado que me dejo caer a cuenta gotas en este mi blog, la semana que viene me voy a pegar una escapada para tener más que contar a la vuelta. Como destino, uno que hace honor a mis tropecientas camisetas de rayas.

Nos vemos esta noche en el 1900. No como viaje en el tiempo, sino en la proyección semanal de 'Sangre de Bombilla presenta'... Cualquiera puede ver una peli en el cine o en su casa, pero verla en un bar constituye un aliciente de primer nivel. Palabra de experta en localizarlos.


miércoles, 26 de enero de 2011

Balance y elección

Llegó el 2011 y me he dado cuenta que nos hemos encajado de golpe en la segunda década de número futurista. No me digáis que las primeras veces no resultaba raro poner en la tercera cifra de la fecha el 11. Qué lejanos me parecen ahora aquellos encabezados que empezaban por 198 ó 199 y algo.

He estado tan ocupada que ni me ha dado tiempo a hacer balance del año y, si me apuras, ni siquiera de lo que hice ayer. Respecto al futuro baste decir que empecé este post antes de irme a Madrid por segunda vez en un mes, lo dejé justo en este punto y lo retomo una semana más tarde. Por algo dicen que hay que el porvenir hay que construirlo cada día.

A los Reyes le pedí un año sabático, una cura de sueño y que la batería del iphone me durara más. No me trajeron ninguna de las tres cosas, supongo que no quieren que me instale en la pereza. Pero no me disgusté. El otro día alguien le dijo a alguien que yo no me enfado nunca. Y Adela dice que sólo me enfado como Faemino y Cansado, es decir, de broma. No sé muy bien que pensar de eso, si es un halago o que me toman por sopa. En cualquier caso, ambos comentarios, lejos de inquitarme, me pusieron de buen humor.

En vez de atender a mi carta, los magos de Oriente me trajeron apuestas seguras: una caña de lomo -de un rey que me conoce como mi madre-, una cuidada edición de V de Vendetta -de otro rey que sabe a qué dedico el tiempo libre- y un marco digital -de un rey que se llama Javier, como mi hermano- y que cualquier día de estos abrirá las puertas a un nuevo universo expositivo en mi salón. También había un vestido de H&M, para mí que eso se lo encontraron por el camino. El conjunto me hizo casi la misma ilusión que las equipaciones del Recre y los clicks que le dejaron a mis sobrinos, que también me hubieran encantado, pero hace tiempo que aprendí que no se puede tener todo en la vida.

Este enero, y por aquello de renovarse o morir, tiendo más a la abstracción y en vez de propósitos recurrentes como el gimnasio, las rebajas y lamentarme por la cuesta del mes, he optado por dejar que transcurran las cosas tal y a ellas les venga en gana. En Fitur, por ejemplo, este año sólo me he recorrido medio mundo, no me dio tiempo de llegar a Asia-Pacífico y a las empresas. Lo segundo es absolutamente prescindible, sobre todo porque el merchandaising está acusando mucho la crisis, pero para compensar el recorrido oriental me he hecho adicta a la comida japonesa, después de probar el tataki de atún al jenjibre y comprobar que hay sabores mucho más conseguidos que los palitos de cangrejo.

También he pensado, aunque no mucho, en cómo era mi vida hace un año. El frío y la lluvia eran más o menos igual. La sensación: de que todo era cambiante, de que todo estaba en el aire. Probablemente ahora el futuro siga siendo igual de incierto, pero eso hace tiempo que djo de preocuparme.


He aprendido a valorar más lo inmediato. A disfrutar la siesta, una tarde en Valverde, lo que me ofrezca esta noche la nevera, la copa del viernes con mis amigos. Además he aprendido a dejar crearme obligaciones y optar por lo que me hace más feliz . La vida también es lo que queremos que sea. Ese sería mi balance y también mi elección. Hace poco leí que el acto de elegir es una prolongación de nuestra propia persona. Y a mí me gusta reconocerme cuando estoy contenta.

Una de las frases que me siempre me han acompañado es esa que dice que hay un tiempo para hacer que sucedan las cosas y otro para que las cosas sucedan. Escribir el blog responde al primero de esos tiempos. De aquí a la próxima vez que escriba, espero que me ocurran muchas otras historias que contar.

En Enero siempre me acuerdo más de mi padre. Miro a mis sobrinos creciendo y me pongo a imaginar como hubieran sido todos estos años con él. A veces se me saltan las lágrimas. Y me alegro de que su recuerdo me haga sentir más viva.

jueves, 28 de octubre de 2010

La confusión y el criterio




Creo que uno de los rasgos de estos tiempos que vivimos -en el sentido más amplio de la temporalidad- es la confusión. Confusión que, como la propia palabra indica, puede ser entendida para bien y para mal. Yo creo que el cambio de hora, estación, de metereología y de armario suele ser una metáfora de la existencia misma, ésa que se repite y se renueva, el mismo río con distinta agua, que le cantaba el poeta al río Duero. Tras años de experiencia, he optado por dejarme llevar por ese fluir. He aprendido que el criterio es relativo y he acabado disfrutando la mecánica del desorden.


Quizás eso explica que en un intervalo de con pocas semanas haya viajado de Egipto a Londres, del desierto al metro, de una civilización a otra, pasando los domingos entremedios en El Buitrón, que es un lugar y un tiempo donde mis sobrinos siempre son felices y donde siempre acabo volviendo porque sé que allí estará mi madre.

El mes pasado, sin pensarlo mucho, me embarqué por unos días, que era una de las cosas que me propuse en el último post. El Nilo, al que también le habrán cantado sus propios poetas, es mucho más que un río. Es un paisaje que se mueve lentamente, de color verde y amarillo, es temperatura sin brisa, una sucesión distinta del tiempo, una forma distinta de vivir. Luego están los lugares, las pirámides y los templos, esos que impresionan y salen en las fotos y que seguramente seguirán allí otros cinco mil años más. Pero en todo viaje hay un momento de luz y de ingravidez en el que se olvida la distancia de un origen. En ese instante es cuando pasas forma parte del destino.

Lo de volver a Inglaterra doce años después de vivir seis meses como Erasmus ha sido todo un acontecimiento. En un vuelo low-cost, con una amiga de la infancia que se apuntó a una academia de inglés dos días antes para ir practicando, otra que bebe para combatir el pánico a volar, una tercera que falta por primera vez en su vida a la feria de Gibraleón, y dos hombres, hechos y derechos. No me he podido reir más en 48 horas. El Londres que me encontré no tiene nada que ver con el que recordaba. Como todo lo que evoluciona, no es mi mejor ni peor, es diferente. Supongo que en todo esos años yo también he cambiado. Y sin embargo, también en esta ciudad, me reconocí a mí misma. Y me hice la pregunta de si la madurez era ésto.

Sobre el concepto de criterio he reflexionado mucho últimamente. Sobre todo, entendido en su segunda acepción del diccionario: Juicio para discernir, clasificar o relacionar una cosa. Visto así podría ser lo contrario a la confusión. Sin embargo he dado cuenta de que la falta de criterio no tiene porqué ser un defecto. De hecho, he descubierto que es de las cosas más divertidas del mundo. Llevo semanas riéndome con Adela ante casos concretos. Los más frecuentes: vestirse sin criterio tratando de integrar todas las tendencias de moda en un mismo look, comprar sin criterio, comer y beber sin criterio, reir y llorar sin criterio... Yo creo que soy así desde que nací. Me parece que era mi abuelo Ramón el que me decía cuando chica que yo hacía las cosas sin conocimiento. Ahora, al menos, el rumbo perdido me llega a resultar gracioso. Me vuelve la pregunta de si la madurez era ésto.

El otoño cultural ha vuelto a la capital, con sus performances y charlas literarias al caer la tarde, con la programación del Gran Teatro y nuevas exposiciones y conciertos de la Universidad. Ante la inminencia del puente os recomiendo una visita al Altar de los Muertos mexicano, que empieza a ser un clásico por estas fechas en la Casa Colón y que este año lo han montado desde San Luis de Potosí. En noviembre, el Festival de Cine y Tricicle son las mejores propuestas para el tiempo libre, que es una expresión que cada día entiendo menos. ¿Es que hay un tiempo prisionero?

Entre la confusión y el criterio se encuentran las posibilidades, que era otra de las últimas cosas de las que recuerdo haber escrito. A mí siempre se me abren abren muchas en el cambio de un mes a otro. Despido Octubre después de haber compartido un día con Su Majestad el Rey y abriendo una surtido de chocolates de El Patriarca. Eso me recuerda a un post de hace años, probablemente por estas fechas, que se titulaba 'De Borbones y polvorones'. Para que luego digan que la vida no es un ciclo.

Quiero aprovechar este martes, martes para felicitar a mi amigo César, que ahora le ha dado por hacerse bloguero. Dentro de una semana cumple un año y una década. Con él he aprendido muchas cosas, con su juicio para discernir y también sin él. Hay dos cosas que valoro de César por encima de todas: que tiene un corazón noble y que siempre me hace reir. Ha estado a mi lado en los buenos y malos momentos, en la salud y en la enfermedad, en el verano y en el invierno. Es alguien de quien puedes tener la seguridad de que siempre va a estar ahí. Es lo que tiene ser vecinos.

Y un gran abrazo a los compañeros de El Mundo. Desde aquí les deseo lo mejor. La injusticia para con ellos ha servido al menos para algo: para que muchos recuperemos el sentido colectivo de la solidaridad

lunes, 6 de septiembre de 2010

La épica y la normalidad

El martes, martes pasado fue el último día agosto. Para muchos, el fin de las vacaciones y la vuelta a la vida normal, una de cuyas características fundamentales durante los primeros meses consiste en visualizar repetidamente en cualquier formato de calendario -el del móvil, el de la mesa de trabajo, el del santo que llevamos en la cartera- cómo rentabilizar mejor los días de asuntos propios que nos quedan y en hacer ecuaciones en función de los días sobre los que recaen los puentes de otoño .

El verano pasado, como pensaba que se iba a acabar el mundo, me cogí un avión de largo recorrido en septiembre después de dos meses incansables, a fin de aprovechar cada segundo del tiempo que sobrevolaba en el planeta. Cuando volví, resulta que el mundo seguía tal y como lo dejé. Y encima, el regreso dio paso a un profundo y crudo invierno lleno de humedades y melancolía, como todos los inviernos, pero que dicho así, con la perspectiva del calor destaca más por antítetico.

Así que este año decidí tomármelo con calma y dedicarme a vivir los grandes momentos estivales con mayor discreción y una emoción algo más contenida.Y eso que han sido los julio y agosto más épicos de mi vida. Yo es que creo que es sano ser contraditorio de vez en cuando. Por partes.

Nadie esperaba que tras el mundialmente esperado final de 'Perdidos' aconteciera algo mucho más inesperado y apoteósico como ser campeones del mundo. Yo, con toda la discreción que fui capaz, empecé murmurando supersticiones, manejando amuletos para nuestra selección y vudús para las contrarias. Y el domingo 11 de julio acabé bañándome en la fuente de la Avenida de Andalucía una con una gran emoción contenida. Al día siguiente, cogí mi clik de Villa y me fui de vacaciones como una campeona. Mi coche nuevo y yo le cogimos gusto a la carretera y, para celebrar el día de mi cumpleaños, nos encajamos en un confín del mundo. En Finisterre me sentí feliz de que el mundo no se acabara el año pasado. Me hubiera ido de esta vida sin probar los percebes.

Por eso decidí que a partir de ahora quiero hacer todas aquellas cosas que no he hecho nunca y siempre voy aplazando. Tengo proyectadas varias de ellas para este mes: montar en parapente, hacerme la pedicura y embarcarme por un tiempo.

He decir que también ha sido un verano épico desde el punto de vista cultural: las Noches del Foro y escuchar Raphael junto a mi madre, el Castillo de Niebla y la lucidez oculta en la locura de Calígula, el menú Chicken Burguer y el CBO a la seis de la mañana para celebrar que el McAuto abre las 24 horas... Grandes momentos a los que se suman otros como 'Origen', que disfruté en el cine y en mi imaginación, y el Iphone 4 como nueva extensión del hombre, que diría McLuhan... Ahora me doy cuenta de que no es que haya tenido abandonado éste mi blog. Es que no podía dar abasto con tanta intensidad.

Septiembre, dicen, es la vuelta a la normalidad. Un estado de ánimo que se respira en los artículos y columnistas que hablan con nostalgia poética del olor a libros nuevos y en los padres que, al pagarlos, dicen lo mismo pero de una forma un poco más prosaica. Uno de los indicadores más significativos de esa vuelta son las fiestas de La Cinta y su verbena popular que hoy ha comenzado en mi plaza. Me pregunto si habrá ponche. Por preguntarme algo, ya que por las actuaciones no tengo ningún tipo de duda.

Volver a la normalidad implica haberse ido de ella. Necesito aclarar el concepto, así voy a buscarlo en el diccionario.

Normal 1. Referido a aquello que es general o mayoritario y a lo que es u ocurre siempre o habitualmente, por lo que no produce extrañeza.

2. Referido a lo que por su naturaleza, forma o magnitud se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
Creo que ya sé lo que me pasa: como no soy mucho de rutinas, suelo ir demorando ese proceso de forma gradual e indefinida. Hasta que, para cuando me quiera dar cuenta, me haya encajado en la primavera.

En la playa no se sigue estando bien, sino mejor. Como hace mucho tiempo que no recomiendo nada, comparto con vosotros uno de mis mejores momentos del verano: tomarse un cubata en el chiringuito que está mi bajada de playa a la hora de la puesta el sol. Por si no fuera suficiente placer para la vista y el gusto, todas las tardes, durante esos diez minutos en los que la luz parece hacer estallar el horizonte, se escucha el Ave María de Schubert. El tiempo se detiene de una forma totalmente perceptible.

Recordando viajes y atardeceres, me resulta difícil elegir una foto del verano. He escogido una de mis sobrinos para explicar que ellos también llenan mi vida de grandes momentos. Como el buen tiempo, llegaron para que todo tenga más color y calor. Pero esta vez, además, han venido para quedarse.

Creo que entre lo épico y lo normal existe un espacio en el que me siento más cómoda y me resulta muy fácil instalarme. Eso me hace más sencillo elegir una frase para septiembre: lo posible también se merece una oportunidad.


jueves, 20 de mayo de 2010

Momentos Esperados

Hace poco leí que para escribir una novela o se plagia lo que has leído o se plagia lo que has vidido. Luego cuanto más vivas y más leas, mejor calidad tendrá el plagio.

Me he comprado un coche nuevo y, más que la ilusión propia de elegirlo y estrenarlo, he revivido la de mi madre cuando, recién sacado el carné, apareció una mañana soleada por nuestra calle del parque en Valverde con el novísimo Seat Panda blanco, reluciente y todo modernidad. Y también la sorpresa que nos dio mi padre un viernes tarde al llegar a Punta Umbría pitando el R18 ranchera gris metalizado para que nos asomáramos a verlo desde la terraza desde el quinto. Recuerdo que, al bajar a la calle, lo que más me gustó es que traía una sillita doble en el maletero para que se sentarán mis dos hermanos, fíjate si eran chicos, y viajaran mirando a través la luna trasera, fíjate si ha cambiado el código de seguridad vial.

Pues eso. Como aspiro a que mis plagios tengan calidad, este mes de Mayo voy haciendo lo que puedo y me deja la primavera, que me tiene la tensión en un zigzag que ni los picos de la economía globalizada. Para vivir más, me levanto un poco más temprano, en cuanto empiezan a sonar los cohetes de las Hermandades del Rocío. Es lo primero que escucho después de dormirme oyendo los pitidos de los coches ante celebraciones futbolísticas variadas, como si del calentamiento para el Mundial que está a la vuelta de la esquina se tratara.

Respecto a leer, he retomado los cómics, con la excusa del IV Salón Internacional y de que la biblioteca tiene una magnífica sección, repletitta de novedades. No sé si eso influirá en que suela ver el mundo como un libro de historietas, a veces cómicas, a veces drámáticas.

El feisbuk es un poco así también. Las fotos de perfil de los amigos y los comentarios son como las viñetas, y los estados, como el título del capítulo del día. Luego están los concursos. A Rafa Pérez y a mí el hemos organizdo de gente con sombrero se nos ha ido de las manos. Empecé a sospecharlo cuando ví que se había superado la barrera de los cien miembros, que había fotos internacionales y que nos habían dedicado un chapa y pintura en el periódico. Lo de menos son los premios al mejor tocado y al peor intento. Lo de más, la ganas de divertirse que tiene la peña. Los juegos son una ilusión que llegan directamente al corazón.

Pero además de la final del concurso, de la Liga y de los cheques bebé, hay más cosas que acabarán con el mes. Creo que la más importante es el último y definitivo capítulo de Perdidos, que se emite el Lunes de Pentescostés, que lo mismo es igual de importante pero, como hay uno cada año, no suscita tanta expectación mundial. Ante esa coincidencia y las teorías sobre el bien y mal con la que muchos quieren explicar la conclusión de las seis temporadas, no me extrañaría que el humo negro y la paloma blanca dirimieran el destino de la humanidad en la aldea, que es como una isla en sí misma, suspendida en el espacio y en el tiempo.

Y dos asuntos más que tengo que resolver en mayo de manera inevitable. Una es el cambio de ropa de los armarios, qué cruz. Sabiendo como saben mis vestidos, mis camisetas y mis pantalones lo que me gusta viajar, ya podrían haber aprendido a meterse en una maleta ellos solitos y subirse ordenadamente a los altillos hasta el año que viene. La segunda es otra cruz, la del Barrio Obrero, esa es más agradable, para beberse un ponche El Navajazo en buena compañía. La semana que viene sin falta.

En cuanto a recomendaciones culturales, ahora que ha sido el Día de los Museos, el nuestro ha inaugurado una exposición en la que nueve artistas andaluces reinventan sus fondos, como la rueda hidráulica o las figuras de bronce encontradas en la Ría, tiene buena pinta.

En la foto de hoy vuelvo a estar jugando con mi sobrinos en la playa. Vienen la semana que viene y me iré con ellos a ver el mar en mi coche nuevo. No os lo he dicho antes porque eso no está en la lista de Cosas Pendientes, sino en la de Momentos Esperados.

Os dejo una frase que me ha gustado y que probablemente me haya animado a ponerme con el blog. "El cariño es, para empezar, la disponibilidad". Venía en el cómic que estoy leyendo y, de pronto, me han entrado unas ganas intensas de compartir vivencias con la gente que quiero.